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Este jueves 2 de octubre, en la Sala Maggiolo de la Universidad de la República, un equipo de investigadores presentó los primeros resultados de la expedición Uruguay SUB200, realizada a bordo del buque científico Falkor (too). El evento, que contó con la presencia del rector de la Udelar, Héctor Cancela, y los coordinadores científicos Alvar Carranza y Leticia Burone, mostró la magnitud de una campaña inédita para el país.
“Recolectamos más de 16.000 registros faunísticos y ambientales, 200 horas de video de fondos marinos, 64 kilómetros recorridos con vehículos de observación remota y 22 terabytes de información. Estamos frente al mayor paquete de conocimiento oceanográfico de la historia del Uruguay”, resumió Carranza.
Durante tres semanas, un equipo interdisciplinario de 37 científicos de Uruguay, Argentina, Brasil, Chile, Francia y Alemania exploró los cañones submarinos y montes del margen continental uruguayo, accediendo a profundidades de hasta 4.200 metros.
Los resultados confirmaron que el Atlántico frente a Uruguay alberga una biodiversidad mucho más rica y colorida de lo que se suponía:
Corales blandos y duros, algunos nunca antes observados en aguas uruguayas.
Pulpos de distintas familias, incluido el llamativo “pulpo Dumbo”.
Cangrejos rojos, erizos, estrellas de mar y esponjas de especies inéditas.
Docenas de registros de peces cartilaginosos (condrictios) y moluscos.
“Encontramos docenas de especies que podrían ser nuevas para la ciencia, además de cientos que jamás habían sido reportadas en esta región”, explicó la investigadora Beatriz Yannicelli.
Los científicos también identificaron ecosistemas únicos, como jardines de coral y comunidades asociadas a procesos de quimiosíntesis —organismos que viven gracias a la energía química del subsuelo marino, sin depender de la luz solar—, abriendo un campo de investigación clave que conecta la biología marina con la astrobiología.
La expedición recolectó además 1.250 litros de agua para analizar contaminación por microplásticos y diversidad microbiana. Los resultados preliminares confirman la presencia de residuos plásticos incluso en zonas profundas, junto a comunidades bacterianas que conectan la superficie marina con los procesos del fondo oceánico.
Se extrajeron también 180 núcleos de sedimento, que permitirán estudiar la composición, la granulometría y la historia geológica del mar uruguayo. Entre las sorpresas, se hallaron rocas ígneas y metamórficas próximas al cañón submarino de Cabo Polonio, posiblemente arrastradas por icebergs desde la Antártida durante períodos glaciares.
La expedición Uruguay Sub200 logró localizar y estudiar el destructor ROU 01 Uruguay, hundido en 1995 durante un ejercicio naval. El hallazgo fue fruto de una compleja coordinación científica y tecnológica que combinó historia oral, geofísica y exploración submarina.
Antes de zarpar, el equipo realizó una etapa de preparación documental, recopilaron antecedentes sobre el contexto del hundimiento, entrevistaron a personas que habían estado presentes aquel día y dialogaron con extripulantes. A partir de esos testimonios, sumados a coordenadas parciales, definieron las primeras zonas de búsqueda.
La dificultad era enorme, localizar una nave de 93 metros de eslora y 11 de manga a 1.165 metros de profundidad exigía calibrar al máximo los ecosondas y considerar incluso las corrientes marinas registradas en 1995.
Tras una semana de navegación y varias estaciones de prospección, el equipo definió dos puntos separados por 800 metros. Decidieron pasar directamente por esa franja y, en el tercer mapeo geofísico, confirmaron la presencia del buque, estaba justo en el medio de ambas coordenadas.
Con el barco identificado, se organizó el muestreo científico. “Fue la primera vez que en Uruguay se realiza una investigación científica de una embarcación a estas profundidades. Y en toda Latinoamérica, es también la primera vez que se estudia un pecio desde un abordaje arqueológico y multidisciplinario”, destacó el investigador Rodrigo Tórres.
Se llevaron a cabo estudios del entorno marino, análisis de agua y sedimentos para comprender el impacto ambiental y un mapeo fotogramétrico 3D de alta resolución en zonas críticas de la nave, incluyendo el área de los lanzacohetes. Esta técnica también permitió documentar especies biológicas asociadas al casco, lo que supuso una innovación en la labor conjunta entre arqueología y ecología marina.
“Hoy contamos con un verdadero laboratorio a 1.165 metros de profundidad. Ganamos un espacio de trabajo que nos permitirá seguir analizando no solo la historia del barco, sino también el ecosistema que lo rodea”, subrayó el científico.
SUB200 también fue un fenómeno cultural y educativo, miles de uruguayos siguieron las transmisiones en tiempo real del robot submarino, escuelas y liceos incorporaron las imágenes en sus clases, generando debates y asombro entre niños y docentes. Las redes sociales se poblaron de memes, encuestas y hasta un personaje apodado “Mr. Pulpo”, símbolo del entusiasmo popular. Por primera vez, la ciencia no fue noticia por una crisis, sino por alegría colectiva. SUB200 se convirtió en motivo de orgullo nacional.
Todas las muestras biológicas quedarán preservadas en el Museo Nacional de Historia Natural, para generar una colección de referencia para futuras investigaciones.
Con este trabajo, Uruguay gana soberanía sobre el conocimiento de su propio mar. “Lo que vimos fue un arcoiris sumergido. Colores, formas y ecosistemas que nos cambian la percepción, ya no podremos decir que en nuestras aguas no hay nada. Hay vida diversa, valiosa y nuestra tarea es conocerla y protegerla”, concluyó Carranza.